viernes, 13 de febrero de 2009

Os Presento la verdadera historia de la isla de Tambo


Hoy el pueblo de Combarro resulta de lo más atractivo ante los ojos del viajero que llega a sus calles o plazas. Su historia es un tanto escasa de datos, lo mismo que la mayoría de los pueblos ribereños de entonces. Al suponer de que se trata de un pueblo de pescadores, hemos de creer en la historia que posiblemente ya en el siglo V el pueblo estaba reconocido como tal.

Según anotaciones del historiador Sarmiento: tenía el puerto en el año 1500 veinte embarcaciones matriculadas, donde trabajaban ciento cincuenta hombres. Siendo sus artes principales el cerco y sacadas (jábega y boliche).

Mirando hacia atrás entendemos que la vida del pueblo estaba enfocada en la pesca y en la agricultura. La pesca no producía lo suficiente en abundancia, como para vivir de sus ganancias, y por todo ello, los vecinos aprovechaban todos los rincones de tierra que consideraban productivos. Así un día también llegarían a la isla de Tambo.

Sus tierras de labradío eran de secano. Ello me hace pensar que en el siglo VII cuando aparece por primera vez el monje toledano, ( no es muy seguro su origen ) san Fructuoso que venía de Portugal, en sus misiones de evangelización por los pueblos ribereños, fundó el primero de los monasterios de Poyo. La novedad viene; que es este hombre, el que va a la isla a descansar y orar. Ocurre que en la isla encuentra a la imagen de Virgen de Gracia, en un alpendre, un tanto abandonado. La isla se encontraba en estado primitivo. Las gentes del pueblo por allí no iban o lo hacían muy poco. San Fructuoso no vivía solo, pues a la isla también le acompañaban algún que otro discípulo. Un día descubrieron en la punta del noroeste un yacimiento de agua dulce, que allí aún nace hoy, y trataron de encañarla para su uso. Es en uno de esos momentos, cuando ocurre el famoso milagro de que anda sobre las aguas y se produce su canonización, como santo.

La embarcación que llevaban se le marchaba de donde la tenían. Le dice Fructuoso a su compañero; voy a por ella. Poco después, el compañero vio como éste, para llegar a la embarcación, caminaba por encima de las aguas, o eso le pareció a él. La noticia del suceso corrió de boca en boca y la gente, desde entonces, lo trató como santo. A todo esto sabemos que aun en 1800, la zona desde la isla a la costa de Combarro que tiene sobre 700 metros, con la bajamar quedaba en seco. Por tanto me creo que cuando se alejó en busca de la barca, caminaba por la playa, ( Brensa ) la cual tendría una pulgada de agua de profundidad, en el momento.

Este dato es el que aparece como más antiguo sobre el Santo, referente al pueblo de Combarro. En el año 1100 es cuando aparecen ya datos en el Monasterio, de los habitantes del Puerto. Es a partir del año 1105 cuando doña Urraca y don Raimundo, siendo abad Fromarico, integran toda la zona al mandato del coto de Poyo.


En el año 1589 es cuando el pirata Drake, en sus correrías por Galicia, desembarca en Tambo y encuentra unos santos que los vecinos del pueblo de Combarro tenían. Los tira al mar y se marcha. Unos meses después, a unos marineros del pueblo, trabajando a la pesca en las cercanías de la playa, le vienen enganchadas en la red los Santos, pero muy deteriorados.

La Santa, que era la más importante en aquellos momentos, la trajeron para el Puerto y la entregaron a los responsables del pueblo.



Aquí aparece un dato curioso y es que: la Santa unos días después, observaron que estaba muy dañada por las aguas salinas y se estropeó. Mandaron hacer en Poyo dos de madera. Dicen que una se quedó en el monasterio y la otra en Combarro. Pocos años después volvieron los piratas a acercarse por la ría. Tomando precauciones, los vecinos del pueblo acordaron esconderla en una casa del Xuviño.

En la zona de Renda había una pequeña cabaña donde moraban ermitaños, entonces los de Xuviño creen que es el mejor sitio para reguardar la imagen y, deciden construir al lado de un regato un oratorio y, allí ponen a la imagen. Luego ocurre que, -según contaban los viejos- la santa, por las noches se escapaba para la casa del Xuviño donde antes estaba. Creyendo que hacía esos milagros, pues a la mañana siguiente volvían a ponerla en el oratorio; a si hasta que deciden levantar una ermita y ponerla en ella. Fundando la cofradía de Nuestra Señora de Renda. Corre el año de 1679.

A través de los años la imagen que estaba en Poyo desaparece, solo queda la de Renda.

A principios del siglo XX, como la imagen era algo pequeña, pues no pasa de los cincuenta centímetros de alto, deciden hacer una imagen mayor que, pondrían en le sitio de la otra. Hoy se encuentra una imagen de las características de la de Renda en la iglesia de san Bernardo. Se cree que es la autentica de aquella época.

La curiosidad me invade al escribir estos párrafos de la pequeña historia de mi pueblo. En el año 2004, un armador y amigo me cuenta que dos años antes, pescando, en su barco con los rastros, a las vieiras; un día en la zona de Morrazán, vinieron en estos unas balas de hierro de cañón antiguas. La sorpresa les cogió de lleno, pero no sería total. Realizaron otros lances por el mismo fondo y por dos veces recogieron unas monedas de bronce. En su anverso decía; Carlos Primero 1557.

Inocentemente no le dieron importancia. Cuando escuché el tema me quedé atónito. Nuestra ría tiene más historia de la que sabemos.



Sobre el” Puerto de Combarro”, como así era su propio nombre, en los años 1491, aparecen cartas de “hermandad” contra los “voureantes” de Pontevedra, que pretendían apoderarse del derecho de ventas y salazones de las pesquerías. La Moureira entonces era puerto de mucha importancia. Pues desde Leixoes hasta Santander era a Moureira , (Pontevedra ) el puerto de más ventas y tráfico de salazones. Venían de Levante los galeones cargados de sal, para mandar pescado salado en carros a Castilla.


Los marineros se hacían fuertes en sus dominios pesqueros, por ello a menudo tenían pleitos con otros puertos de la ría.


La vida en Tambo seguía siendo ermitaña. Antes, en 1241, según dice don Benito de Bouzas, él, juntamente con otros dos caballeros, se hicieron ermitaños en la isla de Tambo. Estos donaron ciertas heredades a Xuño Fernández y a su mujer Benita Dacosta, en el año de 1279.


En 1502 el abad de Poyo, Martín Azpeitia, visita Tambo y deja allí a dos ermitaños que se llaman Gregorio y Rodrigo.

En el siglo XVII era famosa la romería de Tambo, en honor a San Miguel. La fiesta la llaman “ dedicación de San Miguel”. Se celebra el 29 de Septiembre. “Algún año ha habido, en semejante día y sitio, gran función y conjunto de gentes” “ del monasterio de Poyo se llevan todo lo necesario para la misa”.

Los de Combarro tienen obligación de tener listo un barco para ir a la isla y volver.

Por ello eran varios los galeones que los armadores del Puerto ponían a disposición para llevar a las gentes y traerlas. Galeones con cuatro remos por banda, navegaban desde el muelle de la Rúa, hasta la playa de Tambo.

Podemos ver las casetas que la armada tiene por la zona, para guardar cosas y también bañarse sus familias cuando es verano. Es una playa muy rica, en ella abunda: almeja fina, babosa, berberecho, navaja y ostra.


Esta pequeña ensenada era aprovechada por los militares. Abrigada por los vientos del oeste, resultaba idóneo para fondear los buques. Así, en los años de 1950, se encontraban allí amarrados a unas grandes boyas, dos balsas de tiro al blanco, un buque carbonero que abastecía a Marín y también había estado antes de la fecha el buque de guerra Conde Benedicto, cuando lo dieron de baja en la armada naval.

Un poco más a la izquierda de la foto, está un pequeño muelle que, era donde atracaban las lanchas y remolcadores que se desplazaban desde la Escuela Naval para atender a las necesidades de los hombres y animales que en ella tenían.

Todos los días sobre la una del medio día, una lancha militar con una larga chimenea de metal brillante, la miraba llegar cuando, estando pescando con mi padre a las sardinas en la zona.

Le llevaban en unas gavetas la comida a los soldados que hacían la guardia en toda la isla. En un bidón cortado por la mitad, con dos asas llevaban la comida de los cerdos que allí criaban por la zona de la playa: algunas veces se miraban por ella caminado.



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